Llegar a Alén es como visitar un fantasma olvidado que habita en un sueño en el que aguarda para ser despertado. La tranquilidad del lugar apenas denota la turbulenta actividad de la que fue objeto durante el siglo XX. Minas y guerra transformaron el paisaje de una manera que hoy ni imaginamos. Todo lo que abarca la vista fue modificado por el ser humano en su empeño de arrancar del suelo el codiciado mineral de hierro. Sin ser un metal precioso, algunos se hicieron de oro.

El Coto Minero de Alén tiene dos zonas mineras por excelencia: la de Peñalba-Rao (Mina Federico) y las Barrietas-Gerelagua (Mina Amalia Juliana, Mina Sorpresa, Mina María, entre otras). El material extraído era descendido por un plano minero al barranco de Callejamala y Otañes y transportado en ferrocarril a Castro Urdiales, donde se embarcaba rumbo al reino Unido. Casi un millar de personas vivieron hacinados a pie de mina. Hoy reina el silencio.

Dejamos el vehículo en la explanada que hace las veces de plaza. No hay fuente, al menos a la vista. Comenzamos la marcha por el antiguo trazado del tren minero (O). Nos adentramos poco a poco en el corazón de la explotación. Cruce (0h.15’). Vamos de frente en suave ascenso (SO). Bordeamos el bosque por su derecha (SE) hasta llegar a lo alto de la loma. Torrelaseta (0h.20’). Vértice geodésico y buzón del Enkartaberri (2008).

Descendemos por un camino muy descompuesto (SE). Pista de grava (0h.30’). Vamos a la derecha una decena de metros hasta encontrar (izq) una senda (E) que se interna en el monte de eucaliptos. La seguimos. Mojón con la letra ‘A’ cincelada. A la derecha está la cima del Gerelagua. (0h.35’). Montón de piedras. Desandamos los pasos hasta la pista de grava (0h.50’). Giramos a la derecha en ligero ascenso (N) y cerramos el círculo al retornar al primer cruce (0h.55’).

Continuamos de frente (NO). Bordeamos el Alén por su vertiente occidental. El camino atraviesa un lapiaz despejado de árboles. Pierde altura para luego recuperarla. El paisaje se dulcifica. Desvío a la derecha (1h.10’). Ascendemos (N) entre eucaliptos por lo que fue la mina La Parda. No hay restos que lo evidencien. Collado (1h.20’). Praderío. A la izquierda (O) tenemos la redondeada cima del Somo (1h.35’). Un solitario árbol ramoneado por el ganado y restos de trincheras marcan la cima.

Retornamos al collado. Seguimos la pista que asciende a la vez que corta la campa. Perfilamos el Alén en ligero sube y baja (NE). Fuente de agua limpia y abundante a la derecha del camino (2h.05’). Collado (2h.15’). A la derecha (SE) está el Alén; a la izquierda (NO), el Betaio. Aprovechamos para coronar esta cima iniciática. Abandonamos la pista por la izquierda. Hay dos opciones. Una es descender por la izquierda unos metros, bordear el cantil rocoso y alcanzar los pradoscimeros. Esta ruta es más larga pero menos expuesta con lluvia o nieve. La otra sube por la derecha. Es más directa y pindia que presenta unos afloramientos rocosos resbaladizos en su parte final. No representan un peligro, pero puede asustar a los menos seguros. Betaio (2h.30’). Trincheras, vértice y coqueto buzón del Enkartaberri M.E.

Regresamos al collado (2h.40’). Ahora ganamos altura campa arriba por una trocha (SE). Letreros indicadores (2h.50’). Ascendemos sin dificultad hasta lo más alto. Alén (3h.00’). Vértice y diversos buzones y memoriales. Destaca el sólido y artesanal buzón del extinto Grupo Bancaya. Seguimos el perfil del cordal (S) hasta alcanzar la antigua vía del ferrocarril minero y vuelta al coche (4h.00’).