Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
El pantano de Sau engulló hace medio siglo el pueblo de Sant Romà de Sau. Solo permanece a la vista el campanario de la torre de su iglesia, que surge de las aguas para quedar al descubierto, junto al resto de las ruinas de la villa, en épocas de sequía. Nos encontramos en la zona norte del Espacio Natural de Les Guilleries-Savassona, a menos de 20 kilómetros de Vic. Riscos rojizos de un 'Cañón del Colorado' a pequeña escala y verdes bosques, azafranados en otoño, arropan el embalse para crear un peculiar paisaje lleno de senderos, historia y leyendas.Uno de sus accesos se encuentra en Vilanova de Sau, principal centro de acogida de los aficionados del esquí acuático, paddle surf, piraguas, rutas ciclistas, escalada... Pero no solo los deportistas disfrutan aquí de la naturaleza. A los amantes de la fotografía a buen seguro les sorprenderán los cortados de Tavertet -pueblo declarado Bien de Interés Cultural- al otro lado del pantano o las vistas desde el Puig del Far sobre el valle del Ter. Vilanova de Sau celebra el primer domingo de junio la feria de hierbas medicinales. Y es que el municipio ocupa 60 kilómetros cuadrados de Les Guilleries, con al parecer un tercio de la flora de Cataluña.
Otra forma de acercarse al embalse es la carretera que lleva al Parador de Sau. A medio camino surge Tavèrnoles, un pueblecito en torno a una pequeña iglesia de orígenes románicos. A 6 kilómetros, una pista asciende a más de 800 metros hasta la Virgen de los Riscos, guardiana del Salt de la Minyona (salto de la criada). Cuenta la leyenda que una joven criada de Munts, llegaba tarde a misa a Vilanova de Sau. Con las prisas tropezó en el camino, se despeñó por el risco pero cayó sin hacerse daño y llegó a tiempo a los oficios. Al cabo de unos días quiso demostrar lo sucedido pero esta vez no se produjo el milagro y murió en la caída.
Desde Tavèrnoles, en un desvío por la carretera que lleva al embalse, también se puede acceder a la ermita de Sant Feliuet de Savassona, encaramada a una roca, en un llano, rodeada de tumbas antropomorfas, sobre un antiguo asentamiento ibérico. El paseo de veinte minutos hasta el templo de origen prerrománico -con un último tramo de escaleras- discurre suave entre bojs y encinas con una cierta atmósfera fantástica al salir a nuestro paso rocas de grandes dimensiones. Una nueva leyenda da sentido a los canales marcados en la 'piedra de los sacrificios', la mayor de todas: a través de ellos se recogía la sangre de los ritos celebrados por las brujas de la comarca.
De vuelta a la carretera, las curvas conducen al Parador de Sau, donde se redactó en 1978 el primer Estatuto de Cataluña. El comedor y la terraza de su cafetería ofrecen una de las mejores panorámicas del pantano de Sau, al que vierte sus aguas el río Ter. En el alto de uno de sus meandros, donde nunca cabría esperar encontrar la edificación de un monasterio, se levanta Sant Pere de Casserres, rehabilitado en el siglo XX tras 300 años de abandono. Bien a pie, bien en coche, a poco más de tres kilómetros del Parador, su visita se hace imprescindible. Con campanario, claustro, sala capitular, refectorio, scriptorium, singular iglesia... su larga historia comienza en torno al siglo XI cuando se construyó sobre un castillo y una necrópolis.
Fundado por los vizcondes de Osona y Cardona, el lugar elegido tiene una curiosa historia relacionada con las reliquias de un niño momificado. Al de tres días de nacer, el bebé habló para decir que no viviría más de treinta días y que cuando muriera su cuerpo debería colocarse en un arca sobre una mula ciega. Tendrían que dejarla libre y donde se detuviese se construiría el monasterio de San Pedro. El monasterio benedictino también cuenta con el honor de haber tenido por prior nada más y nada menos que al Papa Luna.Estas historias, leyendas y senderos son solo una muestra de todo lo que puede ofrecer Osona, una de las comarcas barcelonesas que bien merecen una visita.
Publicidad
Publicidad