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Sierra de Entzia: el muro de los navarros

Paseo otoñal por el hayedo mejor conservado de Álava, con una fantástica historia de conflictos

Jueves, 18 de Octubre de 2018

Ver caer la hoja y pisarla en la alfombra parda del bosque anuncia la estación de los colores más intensos. Entre todos los otoños posibles que la naturaleza nos ofrece, hay uno que brilla con tonos y texturas propias: el del hayedo. Y si existe una masa forestal donde esta especie «nace como el trigo», con un sello singular, esa es sin duda la sierra de Entzia, también conocida por la institución secular que la ha gestionado y la ha conservado como un tesoro: las parzonerías de Entzia e Iturrieta. Situadas en el oriente de Álava, en el límite con Navarra, constituyen la continuación geográfica de las sierras navarras de Andia y Urbasa. Son 5.000 hectáreas de magníficos bosques de este emblemático árbol y pastizales naturales en los que viven en las estaciones cálidas más de 5.000 cabezas de ganado. La forma más rápida de acercarnos a esta meseta con un altitud media de 1.000 metros, un relieve suave y cimas no más elevadas de 1.200 metros, es el puerto de Opakua, al que se accede desde Salvatierra (N-1). El hecho de que no sea parque natural, aunque tiene todas las condiciones para serlo, facilita el acceso en vehículo. Una vez allí, podemos parar en infinidad de pequeños aparcamientos que jalonan la pista principal, deteriorada y con falta de mantenimiento. Majada de Mezkia, Navarretas, Urkibi, Igorita, Zakorrekas, Legaire... cada lugar es un paisaje diferente, aunque el bosque nos parezca todo igual.

Cómo llegar

Desde Vitoria
, tomar la N-1 en dirección a Irún y a la altura de Salvatierra, coger la salida a Opakua y Valle de Arana. Una vez en el puerto tomar a la izquierda y seguir la pista asfaltada.
El hayedo, cualquiera de ellos, es aquí una verdadera catedral forestal. Troncos verticales, casi perfectos, de tonalidad gris buscan el sol en las alturas a más de 30 metros. El suelo, limpio de maleza, permite andar sobre una alfombra de crujiente hojarasca. La majestuosidad, el sosiego, la magia, la belleza y la fuerza de los árboles impregnan al caminante. La cosecha de hayucos dará alimento a una variada fauna, en la que destacan animales como el gato montés, el lirón, la marta, el turón, la tarabilla, la garduña y la chova piquirroja.

Arcos y megalitos

De entre todos los rincones maravillosos de la sierra, un fotógrafo como Daniel Rivas de la asociación cultural Álava Visión ha escogido tres: la zona de Arno tiene lugares encantadores como el arco, una roca con forma de elefante, o un árbol seco que desafía a la gravedad apuntando al cielo como un dedo acusador. El segundo enclave que vale la pena es el laberinto de piedras. Y el tercero, las campas de Legaire, cuando pasta el ganado, con sus monumentos megalíticos y las bordas de los pastores. Se podría ir hasta Urbasa si no fuera porque una 'pared' de piedra construida por los navarros en torno a 1920 impide seguir el camino. No es símbolo de buena vecindad y sí de desconfianza, pero los pueblos de las Amescoas, dueños de otro hayedo llamado Limitaciones, se hartaron un día de ver cómo se llevaban la leña por la carretera alavesa sin pasar por caja.
Un fragmento del muro.
Un fragmento del muro.
El muro tiene unos 7 kilómetros en la muga alavesa y continúa otros 13 por tierras navarras separando comunales de unos pueblos y otros. A lo que no está dentro, los amescoanos lo llaman 'lo del rey'. Los litigios por bosques y pastizales tan ricos han existido desde las primeras comunidades pastoriles que se aprovecharon de este tesoro natural, hace ya más de 6.000 años. Las parzonerías (una palabra derivada de parcionero) tienen entidad propia y diferenciada de sus propietarios y gestores que son los ayuntamientos de Arana, Asparrena, Salvatierra, San Millán y los pueblos de Roitegui y Onraita. Son estas viejas instituciones, tan antiguas como las hayas, las que frenaron en su día la declaración de parque natural, que ya tenía elegido el parketxea en la vieja granja de Iturrieta, un laboratorio del cultivo de la patata, ahora en decadencia. Pero su razón es incontestable. Si la parzonería no lo hubiera gestionado, este bosque estaría arrasado.

 

 

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