El Belabia o Engua es el punto culminante del modesto cordal que separa por el oeste el Parque Natural de Izki del valle de Marquínez. Ambas vertientes muestran una fisonomía radicalmente distinta. Hacia la llanada de Izki, sus laderas están pobladas de un frondoso bosque en el que manda el marojo (la mayor mancha de Europa). Hacia Marquínez, por contra, la montaña se muestra despejada y la erosión ha creado caprichosas formas y monolitos que invitan a dejar volar la imaginación. Las cuevas excavadas en algunos de ellos son de obligada visita para regocijo de los más pequeños.
Marquínez se estira a orillas del río Molino. Tiene buenas casas y una gran plaza con fuente y pilón donde vemos los paneles informativos del Parque de Izki. Protegida bajo Peña Askana destaca la parroquia de Santa Eulalia (1556). La roca fue horadada durante siglos por los ermitaños. En una de las cuevas, la llamada Santa Leocadia, se conservan dos bajorrelieves célticos de Epona (diosa de los caballos).
HITOS
Belabia: 971 m. (UTM:30T 537237.84 E, 4725854.05 N) Puntuable para los Cien Montes.
Los altos de Engua, ocultos desde Marquínez, se alargan sobre el valle. Cruzamos el puente y por la calle que bordea la iglesia (izq), caminamos hacia la montaña. Unos letreros informan de direcciones y recorridos. Nuestra senda es la de Botondela/Engua. Sube hacia un contrafuerte rocoso. Conecta con una pista carretil y remonta los llanos. Caminamos por terreno abierto salpicado de enebros, brezos, robles achaparrados, plantas aromáticas y algún acebo hasta un falso llano. Se aprecian los mogotes de caliza rojiza de la ladera. Frente a nuestra posición destaca en la loma de enfrente la ermita de Beolarra. Afloran grandes lastras por donde circula el agua en temporada de lluvia.
El sendero asciende hasta una zona de barbechos roturados. Poco después alcanzamos los altos de Engua donde las hayas ganan terreno cada día. Por terreno abierto y herboso (dch), seguimos el hilo de la loma hasta alcanzar la base de Belabia. Sólo resta remontar un sendero bien pisado entre hayas jovenes, acebos y enebros de buen porte, hasta un pequeño rellano. Poco después pisamos la cima.
El hayedo que remonta ambas vertientes, de manera especial por Izki, oculta el panorama. Cuentan en el pueblo que hasta hace veinte años la cumbre estaba despejada, pero que las frondosas ha ganado las laderas de Engua.
Bajamos hasta las señales, que indican el camino a Marquínez. Descendemos por cualquiera de los senderos que se dirigen al valle. Pasan junto a los monolitos. Espectaculares y de formas variadas. Al rato conectamos con la pista parcelaria. Por ella bajamos al depósito de agua. Continuamos hasta el camino que recorre la orilla del río y pasa ante la iglesia antes de retornar a Marquínez.