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La cara oculta del Eretza

Eretza (887 m.)

Ascensión al techo de los montes de Triano desde Sodupe, a través de ermitas centenarias y un refrescante bosque de ribera

Viernes, 05 de Junio de 2015

El Eretza es un gigante (887 metros) omnipresente en todas las excursiones que montañeros y ciclistas realizamos por los Montes de Triano. Su cumbre, con forma de hombro saliente, asoma siempre por alguna esquina de La Arboleda, El Argalario o cualquier otro enclave del macizo minero del Grumeran por el que nos aventuremos. Su empinado cortafuegos y el cortado de la vertiente que mira al Gran Bilbao imponen, asustan pero no evitan que muchos excursionistas se atrevan a hollar su cumbre acercándose desde el Apuko y el cordal del Sasiburu. Pero hoy os proponemos una ascensión diferente a la más típica. El objetivo es conocer la cara oculta del coloso de la Margen Izquierda.

  1. HITOS

  • Eretza: 887 m. (UTM:30T 495752.53 E, 4786545.37 N) Puntuable para los Cien Montes.

  • Distancia: 19.0 km.

  • Desnivel positivo: 990 m.

  • Tipo recorrido: Ida y vuelta

Partiremos desde Sodupe y buena parte de nuestra ruta discurrirá paralela al barranco formado por el arroyo Grazal, un río que cuenta con una gran biodiversidad y unos valores naturales y paisajísticos muy destacables. Las masas boscosas de ribera que han nacido al calor del curso fluvial resultan bellas y frondosas. Tomamos nuestra bicicleta en la estación de ferrocarril de la localidad encartada, a donde se llega fácilmente en el tren de la antigua Feve (ahora Renfe Ancho métrico) que enlaza Las Encartaciones con Bilbao. Los primeros metros los hacemos por el asfalto del pueblo, pero en seguida cogemos un desvío a mano derecha por un camino de cemento que coge, poco a poco, cada vez más pendiente.Comenzamos a ver el casco urbano de Sodupe a nuestros pies. Pedaleamos hacia el barrio de Goikuria. El primer kilómetro es fácil, pese a la cuesta superada. El piso es bueno. Nada que ver con lo que nos espera en los próximos dos o tres kilómetros. Verdes prados rodean la carretera y las vistas comienzan a resultar interesantes. Se divisan varios picos entre la divisoria de Bizkaia y Cantabria.Antes de entrar en Goikuria hacemos una parada en la ermita gótica de San Pedro. Lugar curioso. Rodeado de prados de ovejas, el templo religioso cuenta con un escenario en el que seguramente se habrán celebrado multitud de festejos y romerías. En el barrio de Goikuria seguimos las marcas amarillas y blancas que jalonan el PR (pequeño recorrido) que hoy seguiremos. También encontraremos diversas señales de madera que nos ayudarán a orientarnos. Tras realizar un cambio de dirección de 180 grados nos adentramos en lo que ya es terreno montañoso. Remontamos una pista de piedra y hierba que no resulta especialmente dura. Sin embargo, el terreno, tras pasar un caserío, se vuelve mucho más cerrado.El barro dificulta nuestra progresión y hay multitud de ramas caídas procedentes de las podas de los pinares y eucaliptales que abundan por esta zona. El bosque, por lo demás, resulta tan bello como complicado de ciclar. Hay una gran humedad en el ambiente y las piedras, repletas de musgo, resbalan. El ciclista no puede bajar la guardia, pero disfruta del entorno. La media se antoja baja. No pedalearemos a más de 8-9 kilómetros por hora. Nuestras ruedas parten el suelo pegajoso y resbaladizo como un cuchillo.Hacia el kilómetro cuatro llegamos a la aldea de Lexarza. En su día, aquí hubo una imponente casa torre, la de los Martínez de Lejarza. Pero el edificio no se conserva. En el lugar se puede ver la ermita de San Bartolomé, data del siglo XIII aunque ha sido recientemente reconstruida. La cuesta es ahora de asfalto. Y resulta bastante inclemente. Pronto se transforma en una pista que remonta un valle de gran belleza. A nuestra derecha se divisa el Eretza. Imponente, amenazante... El camino sube despacio sin mirar de frente al gigante, como si le tuviera miedo. Lo cierto es que se agradece porque no es muy agradable para el pensamiento del ciclista ver lo que aún queda para la cima pretendida.Estaremos a unos 350 metros de altitud, lejos de los casi 900 de la cumbre. Pronto llegamos al collado de Arbori, donde hay un paso canadiense y donde la explotación maderera ha dejado una dura huella. Es momento para que el ciclista tome una decisión, pues hay dos caminos claros hacia el Eretza. El primero, el más salvaje, el original, nos llevará a realizar una dura subida en zig-zag para después echarnos la bicicleta al hombro durante 400 metros y acortar camino por la ladera pedregosa cercana al pico de la Cruz.La otra opción es más llevadera y mucho menos arriesgada. Si no nos salimos de la pista, el camino nos llevará hasta el refugio de una manera tranquila y sosegada. En subida, eso sí, pero tendida y con una exigencia soportable. Picados por el veneno de la aventura y desoyendo la voz de la prudencia optamos por la primera posibilidad. El terreno se vuelve arenoso y comienza a subir de forma serpenteante. Sufrimos. Metemos todo el desarrollo disponible. El plato pequeño da vueltas como un molinillo. Pero hay un punto que ya no podemos superar. Coincide con la aparición de una manguera que, se supone, lleva agua al refugio del Eretza.En ese lugar claudicamos y nos echamos la bicicleta a la espalda. Nuestra querida amiga se convierte entonces en una pesada losa. Lástima no tener una montura superligera de carbono, piensa el ciclista crucificado. Los 12 kilos de aluminio se dejan sentir en los hombros. Penamos unos 400 metros, unos 10 minutos, remontando una pared kárstica. No es mucho, pero se avanza despacio porque hay que mirar bien dónde se pone el pie, pues el suelo está plagado de rocas y agujeros. Si es la primera vez que vienes, la visión del macizo rocoso compensará el esfuerzo. Cuando ya empezamos a cansarnos y a pensar que la segunda opción, aún siendo menos romántica, hubiera sido más sensata, llegamos al refugio. Se trata de una pequeña casa, de planta baja, repleta de pintadas, pero con unas bonitas vistas y un interesante área recreativa para descansar y preparar barbacoas.De aquí a la cumbre sólo nos queda ascender por una empinada campa. En la parte final tendremos que hacer alguna 'S' o bien echar el pie a tierra. Desde la cima hay una impresionante vista sobre el Gran Bilbao. Cuidado con el pequeño abismo situado cerca del buzón.Para el regreso variaremos nuestro camino. Lo que nos queda es todo bajada. Optamos por regresar a través de las pistas que pasan por las faldas del pico Luxar. El descenso es rápido en algunos puntos, pero nada peligroso. Sólo hay que dejarse caer y apenas hay un par de repechos de cierta entidad. Regresamos al collado de Arbori. Pero esta vez no volveremos por Lexarza ni Goikuria, aprovecharemos la bajada por el Grazal.Poco nos falta ya para llegar a Sodupe. Se oye el agua del río discurrir con fuerza. Cerca hay una cueva enrejada que, en su día, sirvió para cultivar champiñones. Toca poner punto y final a la excursión con el regreso a Sodupe, tras un buen día de mountain bike.

 

  1. RUTAS CERCANAS

 

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