La ascensión a esta escondida cima de la sierra de Entzia es la excusa para descubrir los caprichos naturales creados por la erosión de esta gran meseta caliza
La sierra de Entzia se extiende en los límites orientales de Álava y es la continuación de la navarra sierra de Urbasa. Este espacio natural de 4.991 hectáreas esta caracterizado por una elevada altiplanicie de verdes pastos y frondosos hayedos flanqueada por altivas crestas que descienden abruptamente hacia la llanura alavesa, por el norte, y el valle del río Arana, al sur.
En su interior, la erosión ha creado un paisaje kárstico de cuevas, laberintos, arcos naturales y monolitos que parecen más propios de relatos oníricos de Michel Ende o J. R. R. Tolkien que de un bosque situado a unos pocos kilómetros de casa. Buena parte de estos caprichos naturales serán los que visitemos en la excursión de hoy. Como excusa subiremos antes hasta el Lazkueta, la única cumbre que se eleva en el interior de Entzia, ya que las demás se extienden a lo largo de los cresterios que la delimitan al norte y al sur.
HITOS
Lazkueta: 1123 m. (UTM:30T 557976.14 E, 4741728.67 N)
Lazkueta (buzón): 1087 m. (UTM:30T E, N)
Cómo llegar: A-1 hasta la salida de Agurain/Opakua. A-2128 hasta el alto de Opakua. Allí seguir (izd) la pista a Legaire hasta el aparcamiento de Mezkia.
Cartografía: MTN 113-IV (Olazti-Olazagutía) y 39-II (Eulate), 1:25.000, del IGN.
Horario: 4h00’ (0h.40’ al buzón Lazkueta, 1h20’ al laberinto Arno, 3h30’ al laberinto Katarri).
Distancia: 13.6 km.
Desnivel positivo: 330 m.
Severidad del medio: 1
Dificultad orientación: 2
Dificultad del terreno: 2
Esfuerzo necesario: 3
Tipo recorrido: Circular
La caminata comienza en el aparcamiento de Mezkia, situado a un par de kilómetros del alto de Opakua, en la carretera entre el puerto y los rasos de Legaire. El párking es más conocido como ‘de los alemanes’, en referencia al grupo de ingenieros teutones que en los años sesenta buscó -sin éxito- petróleo en la sierra.
De la explanada parte un ancho camino que recorre un pequeño bosque de alerces y pino insignis hasta la charca de Iturbaltz, un pequeño embalse en medio del bosque que parece natural y tiene un alto valor ecológico. Además de saciar la sed de las vacas y caballos que pastan en el entorno, imperturbables al paso del caminante, y de los más esquivos corzos y jabalíes, es aprovechado por las aves de paso para descansar en sus viajes migraciones.
Bordeamos la balsa, cruzamos un puente y enfilamos hacia su cabecera por una senda que discurre junto a una tubería y pasa sobre a la fuente de Iturbaltz. Poco más adelante, dejamos la senda junto a la canalización y seguimos un camino que remonta suavemente hacia la derecha (0h.15’). No tarda en convertirse en un sinuoso sendero que serpentea entre los árboles, algunos caídos por efecto de los temporales, hasta el buzón del Lazkueta (0h.40’).
Pero no hemos llegado al punto culminante de la montaña. Las vistas que ofrece a la sierra desde el borde de unos cortados pudieron más que el punto culminante del monte -en mitad del hayedo- a quienes colocaron hace décadas la vieja estela que señala el lugar.
Seguimos hacia el norte por el hayedo, camino, ahora sí, de la cima, hasta que la senda inicia un suave descenso. Es el momento de abandonarla para remontar, bosque a través, hasta la barrera rocosa que constituye en punto culminante del Lazkueta, señalado por un tosco hito (1h.00’). Retornamos al camino y lo seguimos (N) hasta el primero de los caprichos naturales de la excursión, el laberinto de Arno y el ojo de Zalanportillo (1h20’). Es el momento de olvidar el reloj para perdernos entre las peñas buscando parecidos animales a sus caprichosas formas.
De vuelta al camino, con unas bordas cercanas como referencia, enfilamos hacia el este en un agradable paseo hacia la siguiente sorpresa, la cueva de Iguarán, un centenar de metros a la izquierda del camino, entre unas formaciones rocosas. Retomamos el camino, que desemboca en los rasos de Igoratxipi y gira hacia el sur hasta pegarnos a una alambrada. La seguimos pasando junto al Peñascal de Igorita, también con caprichosas formaciones, antes de enfilar hacia el oeste y salir a la pista de Legaire para llegar al cruce en el que se encuentra el menhir Itaida.
Seguimos la pista, dejamos atras el aparcamiento Itaida y en el seguiente paraje la abandonamos para seguir un camino que nos lleva al laberinto y arco de Katarri (3h30’), otro lugar mágico donde perderse. Tras salir del laberinto rocoso, descendemos hasta un camino que rodea un promontorio y nos lleva de vuelta al punto de inicio (4h00’).